Promover una obra no es fácil. Sin embargo mucha gente afronta este reto. Diseñar y moldear nuestro entorno parece ser un impulso prácticamente universal entre nosotros. El político se siente obligado a promover infraestructuras y edificios emblemáticos, al empresario a levantar o remodelar su empresa y al particular a construir la casa de sus sueños. Repito, promover una obra no es tarea fácil. Intervienen muchos factores, personas y especialidades que convierten la construcción en un proceso complejo y costoso. Esto hace que sea fundamental que cada uno de los actores conozca su función y sea reconocido en ella. De esta forma podrá realizar su trabajo de una manera efectiva y responsable.
La primera pregunta que surge entonces es sobre el arquitecto y la arquitectura. ¿Cuál es su función en el proceso de la construcción? ¿De qué debemos hablar con el arquitecto? ¿Qué decisiones le corresponden? El primer paso para responder a estas preguntas será darnos cuenta de que el motor que da forma a la arquitectura son las relaciones humanas, mientras que lo que da forma a la construcción son los materiales. La arquitectura es fundamentalmente teórica mientras que la construcción es la ejecución de la arquitectura, su fin.
La arquitectura se encarga de resolver los espacios en los que sucede el presente y el futuro inmediato. Y cada tiempo posee su espíritu formado por la combinación de lo universal con todo lo local, de la tradición con las tendencias emergentes, del personal con lo social. Desde esta perspectiva, el arquitecto se convierte en un planificador de las relaciones humanas y en gestor de la relación del ser humano con el medio.
Es entonces cuando el trabajo deja de ser una aplicación mecánica de soluciones regladas o procesos sistematizados para dar paso al análisis de las prioridades a resolver en cada escala hasta llegar a una propuesta equilibrada. De esta forma se abordan y entrelazan temas como la familia, la pareja, el tiempo libre, el descanso, el barrio, para llegar a los detalles concretos del control de luz, la cortina, la puerta, el mueble, el pasamanos, el tapajuntas, el pavimento,…
La función del arquitecto es la traducción de la voluntad del promotor, que suele ser difusa y abstracta al diseño y realización de un espacio concreto que responda a las necesidades por las que fue planteado.
En conclusión, más allá de firmar papeles, el arquitecto puede y debe convertirse en el encargado de traducir a espacio el proyecto vital de las personas y comunidades. Aunque claro, para ello hay que estar dispuesto a escuchar.